Los avances hacia la disponibilidad de una vacuna contra el COVID-19 han despejado el camino hacia la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio el próximo verano, aunque se mantienen las interrogantes sobre muchos aspectos que afectarán a atletas y público.
Las prometedoras informaciones que se han conocido durante las últimas semanas sobre varias vacunas en fase de desarrollo han elevado el optimismo da los organizadores nipones y del Comité Olímpico Internacional (COI), que trabajaban para sacar adelante los Juegos, que se inauguran de hoy en ocho meses, en el peor escenario posible de continuidad de la pandemia.
La «probable disponibilidad» de la vacuna para el próximo verano «facilitaría enormemente» los Juegos de Tokio, afirmó el pasado lunes durante una visita a la capital nipona el presidente del COI, Thomas Bach, quien también dijo que dicho organismo «hará todo lo posible» para promover la vacunación entre atletas y público antes del evento.
Atletas en una burbuja
En paralelo a la vacunación a gran escala, los organizadores y el COI contemplan otras medidas para garantizar un entorno seguro para la competición, entre ellas someter a los deportistas a test del virus frecuentes y restringir sus movimientos a sus lugares de alojamiento y competición.
Los anfitriones también planean requerir a los deportistas que mantengan distancia social salvo si no fuera posible por la competición, así como acortar la estancia de los equipos nacionales en la Villa Olímpica, un lugar que la organización quiere convertir en «una burbuja» a prueba de contagios venidos del exterior.

Como ejemplo de lo que podrá verse en los Juegos, Bach mencionó el torneo internacional de gimnasia artística que se disputó el pasado día 8 en Tokio con la participación de 32 atletas de cuatro países, que permitió a los anfitriones nipones poner a prueba sus protocolos anticontagios.
El torneo fue la primera prueba internacional en Japón desde que el país comenzó a cerrar sus fronteras a visitantes extranjeros en abril, y entre otras medidas obligaba a los participantes a alojarse en el mismo hotel y restringía sus desplazamientos entre este y el gimnasio que acogió la competición.