Santiago, RD. – En una solemne ceremonia celebrada en la Catedral Santiago Apóstol. El Arzobispo Metropolitano de Santiago, Monseñor Héctor Rafael Rodríguez, recibió el Palio Arzobispal de manos del Nuncio Apostólico en la República Dominicana, Monseñor Piergiorgio Bertoldi.
Este acto contó con la presencia de autoridades eclesiásticas y civiles, incluyendo a la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, y diversas figuras de la comunidad eclesial.
Un símbolo de jurisdicción y comunión con la Iglesia Universal
El Palio Arzobispal, distintivo honorífico que se coloca sobre los hombros y espalda del arzobispo, simboliza la jurisdicción y autoridad del prelado en su provincia eclesiástica. Además de su conexión con la Iglesia Universal.
La imposición de esta prenda sagrada marca un momento crucial en la vida pastoral de Monseñor Rodríguez. Reafirmando con esto su compromiso con la fe y su liderazgo dentro de la comunidad católica.
La ceremonia no solo estuvo marcada por su significado religioso, sino también por la presencia de importantes autoridades nacionales.
La vicepresidenta Raquel Peña, familiares de Monseñor Rodríguez y obispos de diferentes diócesis. Además de representantes de la vida eclesial y política, se reunieron para acompañar al arzobispo en este importante momento.
Cabe destacar que este es el segundo evento de este tipo para Monseñor Rodríguez. Quien ya había recibido el Palio en Roma de manos del Papa Francisco en junio pasado.
El Nuncio Apostólico destaca la misión del arzobispo
Durante su intervención, el Nuncio Apostólico Monseñor Piergiorgio Bertoldi destacó la importancia del Palio Arzobispal como símbolo de la responsabilidad y autoridad que recae sobre el Arzobispo Metropolitano. Resaltó la labor pastoral de Monseñor Rodríguez y el papel que juega en fortalecer la fe y guiar a la comunidad cristiana en Santiago y sus alrededores.
El Palio, fabricado con lana de oveja bendecida por el Papa, es uno de los símbolos más significativos de la tradición católica. Representa el cuidado del arzobispo por su rebaño y su misión de pastorear, junto con el Papa, a las comunidades bajo su jurisdicción.
Su imposición reafirma la relación entre el arzobispo y el Sumo Pontífice, destacando el papel del primero como representante de la Iglesia en su provincia.