Uno de los efectos más significativos de la distensión entre Estados Unidos y Cuba ha tenido menos que ver con las relaciones entre los dos países que con ayudar a detener la “marea izquierdista” que avanzaba por buena parte de América Latina.
Ese es el mensaje que la Casa Blanca ha pasado al equipo de transición de Trump, al tiempo que les advierte que no echen atrás la nueva política estadounidense hacia la isla, que alegan ha facilitado la colaboración con las naciones de América Latina y ha socavado la proliferación del movimiento izquierdista conocido, gracias a su fundador Hugo Chávez, como chavismo.
“Si se observa la trayectoria de esa cepa antiestadounidense en la política de la región, se notará que es algo que puede observarse todavía, pero que se ha disipado significativamente debido al método que ha asumido este presidente [Barack Obama]”, dijo Ben Rhodes, asesor adjunto de Seguridad Nacional de Obama, en una conversación con la prensa sobre la política del gobierno con la Cuba.
La Casa Blanca está trabajando duro para proteger lo que considera su iniciativa más ambiciosa de política exterior: acabar con más de 50 años de hostilidades con Cuba.
El sábado, la Casa Blanca celebró el segundo aniversario de la restauración de los lazos con la nación caribeña y recibió a funcionarios de la embajada cubana, miembros de la comunidad cubanoamericana y líderes empresariales en una conferencia para discutir cómo promover las relaciones entre ambos gobiernos durante el nuevo gobierno.